lunes, 14 de octubre de 2013

Ventana indiscreta.-

Aquí, sobre este mar de desastres, yace tu cuerpo. Curvado en la ensoñación, yace de costado, generoso en su gesto, generoso en su invitación. Sobre esta tempestad que me cobija por las noches yace tu cuerpo a medio vestir, forrado en prendas de mi propiedad y que a ti, en un juego de extrañas bombachas, te quedan mucho mejor. Aquí, en la tormenta que tengo por sepulcro, descansa tu cuerpo y reposa tu mente. Se lo merece, pienso mientras te observo desde la pertinente distancia, claro que se lo merece. Tus ojos se pierden en la bóveda celeste, en el silencio mortuorio, en ese espacio de cobijo que siempre sé como invadir. Yaces muda, con la lengua refugiada detrás de los muros que irguen tus encías. Yaces sobre el sepulcro de mis frustraciones, como si no importaran nada, y realmente no lo hacen, por un momento no lo hacen en lo absoluto. Te contemplo, con la cabeza hacia el lado, allí, paralela al mundo, brillante, bella. Aquí, sobre este mar de desastres, yace tu cuerpo y me muestra una ventana a otra dimensión, una donde las circunstancias estuvieron a nuestro favor.

No me lamento, no podría hacerlo, no podría prescindir de este momento en que tu cuerpo yace de lado y me invita a que lo aborde. Dejo de parafrasear mentalmente y lo hago. Cruzo mis brazos por ti y nos atraigo, nos comprimo, me hundo en tu cabeza, tu vientre absorbe mis manos, nuestra corporalidad es, sin hacer nada, una. Y es que nada tenemos que hacer porque ya así, simple y torpe como suelen ser las cosas bellas de la vida, está todo resuelto. Aquí, sobre mi mar de desastres, descansamos cuales náufragos del devenir y es aquí, en este mantel solitario, donde me quiero quedar por lo menos lo que nos queda de noche. Podría maldecir al cielo, aquejarle el poco tiempo que nos entrega para esta farsa que no tiene nombre pero no sacaría nada. Prefiero sonreír, mirar el cielo desde la esquina de tu hombro y estrechar los dedos contigo, más que mal, juntos hemos desordenado todas las tormentas que ahora nos sirven de colchón.

Es aquí, sobre este lecho lleno de desilusiones, en que hoy me haces sonreír mientras nuestro abrazo se pierde en la noche, en las estrellas, en las pancartas que no alcanzamos a ver, entre las ventanas sin luces que nos esconden sus misterios. Porque descansamos a puertas abiertas y a ventanas corridas, quizás buscando una teleaudiencia o quizás, desde la comodidad de la irrealidad, buscando que nuestro innuendo se lo lleve el viento y lo haga perdurar.

Si lo hará o no, eso es ya otra historia.

Yo solo te estrecho contra mí, sonrío y me grabo tu aroma. Consciente de que mañana esta irrealidad no será más que un escrito en la pared de las desazones.-

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